Siempre me ha sorprendido cuando viajo encontrarme con personas que no hablan inglés e igual viajan a cualquier parte del mundo.
Te cuento, a mi me costó algo de trabajo hablar el idioma inglés. Lo estudié desde pequeña en colegios bilingües. Terminando la universidad me inscribí a una escuela para, según yo, perfeccionarlo, y resulta que me colocaron en los niveles básicos. Continué con mis estudios hasta que al final un trabajo bilingüe con un jefe canadiense me hizo hablarlo. Aún hoy mi pronunciación no es perfecta, pero me doy a entender.
Hablar el idioma universal del turismo me ha dado mucha confianza para viajar, en todas las aerolíneas que he viajado, además del lenguaje nativo, las indicaciones las dan en inglés. sobre todo cuando viajo sola. Saber que me puedo comunicar me da paz y una sensación de que puedo solucionar lo que surja.
Por ello cuando me encuentro turistas hispanos que no hablan ni gota de inglés e igual viajan, hasta más que yo, me sorprende. En mi mente esto no tiene cabida. Vaya, creo que si yo no hablara inglés no viajaría a ciertos lugares, es decir me limitaría.
Y aquí claramente puedo ver que el límite solo está en mi cabeza. Es una idea que yo tengo, contrario a otras personas, muchas que he conocido. A otras tantas incluso les he apoyado para traducirles e igual ellas no tienen esa limitante.
Como esa pareja de San Luis Potosí que conocí en Japón, que se me “pegó” un par de días, o la Argentina que conocí en Marruecos y le ayude a ordenar comida, O los otros Argentinos que cuando compartíamos un taxi en la ciudad de Johannesburgo agradecieron que pudiera traducir los comentarios del chófer. El idioma para todos ellos no los limita y se embarcan en aventuras en las que ya que se les presenten verán como las resuelven.
Y pensaba ¿en qué otras cosas yo creo que no es posible? cuando solo es una idea y esa idea puede ser cambiada con solo mirar a tu alrededor.
¿Y si retas tus ideas?
¿Y si… sí?
