El mes pasado hice un roadtrip con mi hermana Sandra. Viajamos a Tijuana en avión, donde rentamos un auto para ir hasta Los Angeles, California y de vuelta llegar hasta Ensenada y la Ruta del Vino (obviooo). El viaje tuvo una variedad de actividades, paisajes y experiencias que me hicieron disfrutar, aún más, la compañía y re-conexión con mi hermana.
La travesía también tuvo un cúmulo de retos: el vuelo retrasado, las más de dos horas formadas para rentar auto, hora y media para cruzar la frontera, manejar en un país extranjero, el calor, la caminada, las compras (si, estas pueden ser muy demandantes je).
Confieso que con tanto movimiento mi estado de ánimo fluctuaba entre la alegría y algo de malestar. Contrario al de mi hermana, a la que francamente siempre le he admirado su tenacidad de ir a donde se proponga y su capacidad de ver lo mejor de dónde anda.
Justo esta capacidad de la que les hablo hizo que frecuentemente me estuviera preguntando: ¿hermana verdad que está padre mi maleta?, ¿Adrix, dime si te gusta mi vestido?, ¿Qué bonito el restaurante, no crees? Así trascurrió la mayor parte del viaje. Algunas veces yo respondía con entusiasmo y otras casi la ignoraba pensando que ese preguntar tan constante me parecía excesivo y empezaba a molestarme.
Cuando llegamos al último hotel del viaje, del que mi hermana me había dado excelentes referencias, yo empecé a identificar cosas que me parecía que estaban mal o que hacían falta. Reconozco que en poco tiempo hice una lista de cosas que no estaban bien ante mis ojos.
Cuando mi hermana me preguntó: ¿verdad que está lindo el hotel? Me quedé fría, en ese momento podía compartir con ella mi lista de puntos negros o poner atención en la belleza del mismo.
De pronto algo me hizo hacer un alto (le llaman conciencia y presencia), cambiarme de lugar y empezar a mirar con sus ojos. Una vez que empecé a apreciar el hotel mi lista empezó a carecer de fuerza y sopesándolo con lo bueno, era casi insignificante.
Ya de vuelta en casa recordé esa maravillosa frase de Tony Robbins “Cambia apreciación por expectativas y cambiará tu vida” y en este viaje mi hermana, con su hermosa mirada, me recordó el mirar con apreciación.
¿Y si miras con apreciación?
¿Y si…sí?