Hace un par de meses mi hermana Renatta, quien por cierto es una muy buena psicóloga me invitó a acompañarla a un mini triatlón en el que iba a competir en una playa cercana a la Ciudad de México, la verdad yo deparé poco en el destino y acepté, más motivada por compartir unos días con ella, que por el destino.
Entre cédulas de Excel, juntas, consultas, escribir post y demás, nos pusimos de acuerdo vía chat sobre la logística del viaje, por el mismo trabajo yo puse poca atención y asentí a sus propuestas sin realmente poner cuidado a los detalles. Así que casi sin darme cuenta me encontré partiendo a un destino del que sabía poco.
Así fue como un viernes de junio me encontré a las diez de la noche en un poblado costero de mi país, no muy lucidor, obscuro, a una temperatura de más de treinta grados centígrados, con una humedad que hacía que se te pegara la ropa al cuerpo (y eso que era de noche), en un sencillo hotel, sin wifi, con pocas amenidades. Los que me han leído saben que hace unos meses confesé que para mí la comodidad es un valor, así que la verdad no estaba nada contenta de estar ahí.
Mientras esa noche caminábamos al hotel me encontré lamentándome de estar ahí, pensando en cómo, por estar distraída, no me había tomado el tiempo de revisar los detalles, quejándome del lugar e imaginando lo terrible que iba a ser pasar mi fin de semana ahí. Y de pronto me paré en seco, literal, hice un alto en la caminata y en el rumbo que estaba tomando el viaje, y me dije: Si ya estoy aquí, ¿qué hago?
Y decidí que si ya había llegado hasta ahí me iba a divertir y disfrutar de la experiencia. Así que en ese momento empecé a pensar cómo sacarle provecho al lugar y en mi mente empezaron a surgir posibilidades.
Al otro día tomé la decisión de levantarme de madrugada para acompañar a mi hermana en su recorrido, obvio como fotógrafa jeje y documentar su mini triatlón. En el mismo conocí a dos niños de unos doce años que participaron en la categoría infantil que me dejaron impactada y con quienes tuve la oportunidad de platicar.
Investigando descubrí que unas ruinas que tenía años queriendo visitar estaban a una distancia aceptable, por lo que decidimos invertir en un transporte privado que nos llevará a conocerlas y así cumplir un sueño de conocer ese lugar, a pesar de los casi cuarenta grados al rayo del sol, el paseo fue divino. En la tarde hicimos un recorrido por los manglares para ver animales de la zona y el domingo después de desayunar hicimos una linda caminata por la playa.
Lo mejor del viaje fue platicar y convivir con mi hermana. Si yo me hubiera quedado molesta hubiera sido una compañera de viaje infernal, como lo era antes y me hubiera perdido de la oportunidad de reconectar con ella y de un fin de semana de diversión.
Afortunadamente pude hacer un alto y cambiar el rumbo con solo hacer un pequeño cambio de actitud. Y claro porque tome la decisión de hacerlo.
¿Y si lo haces diferente?
¿Y si…sí?
"5 bloqueos que no te permiten reinventarte profesionalmente cuando estás por llegar a los 50"
Descarga el e-book