Llevaba varios días de tour con un grupo por Asia, una mañana al llegar a desayunar con intención me senté en una mesa sola apartada del resto, mi mal tino me hizo seleccionar una junto al buffet, así que me tocó que pasaran junto a mí varios compañeros del viaje, la mayoría se detuvo a saludarme y preguntarme ¿estás sola?, al responder que sí, todos me invitaron a pasarme a sus mesas, con una sonrisa les agradecí y decliné la invitación. Varios insistieron y al mantenerme firme se marcharon con una interrogante en la cara.
A mis veintes, un domingo por la tarde una amiga y yo fuimos al cine, la sala estaba a reventar y tuvimos que sentarnos separadas, la niña que estaba junto a mí al verme se volteó y sin importarle que yo estuviera escuchando le dijo a su acompañante —¿qué tan patética tienes que ser para venir al cine sola? — en aquel momento me sentí fatal y eso que ni iba sola.
Todavía hoy en día me sorprende la mala publicidad que tiene la soledad, como si el hecho de ir solo a algún lugar significara que has fallado en la vida o algo peor, sé que para algunas personas es impensable salir a comer, al cine o viajar sin compañía, sus razones tendrán, pero ello no los califica para mal mirar a los que estamos acostumbrados a hacer muchas actividades por nuestra cuenta.
Esa mañana en el viaje yo quería estar conmigo, en silencio escuchando mi diálogo interno y organizando mis ideas, por eso me senté alejada del grupo, entre esa mañana y la vez del cine ha transcurrido un hermoso camino de crecimiento personal en el que pasé de vivir peleada conmigo a gustarme.
Me costaba tanto trabajo estar en presencia de mí que recurrí a compañías que no me hacían bien y hasta atragantarme de comida para apaciguar mi lucha interior. Hasta los 40 hice mi primer viaje sola en el que hubo momentos que disfruté y otros que odié, me encanta ver en la distancia como me he convertido en mi mejor compañera de viaje, al punto en que hay destinos que se me antoja más hacer en solitario, por el gusto de andar conmigo como te conté aquí. Ya tampoco me importa el famoso qué dirán, a mis cincuentas esa es de las cosas que ya no tiene relevancia para mí.
La única relación que tendremos garantizada de por vida es con nosotros, por ello atesoro todo el tiempo y energía que le he invertido a trabajar en la mía, cursos, terapias, coaching y un largo etc., ha valido cada minuto y dinero invertido.
Salir a cenar (reseñas aquí), al cine, conciertos, museos, viajar son algunas de las actividades que disfruto por igual yendo sola que con otras personas, a veces cuando me preguntan ¿estás sola? me gusta responder que no, que estoy acompañada de mí, pero no muchas personas me entienden.
¿Y si te acompañas de ti?
¿Y si…sí?
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