
Vivir en un cuerpo grande en una sociedad donde la flacura es sinónima de éxito, bienestar y hasta felicidad es complicado. Donde tener kilos de más nos descalifica a tener un cuerpo de playa. No, no es falta de voluntad. La pérdida de al menos 60 kilos a lo largo de mi vida me avalan tanto como el rebote en cada dieta más el plus de kilos extras.
No fue sencillo aceptarme cómo gorda. Hace muchos años el mundo me enseñó que algo estaba mal conmigo y que debería odiar a mi cuerpo por ello. ¿Con qué derecho alguien me enseñó a odiarme?.
Y peor aún, ¿en qué momento yo lo acepté y lo di por sentado?. Crecer con la sensación de qué hay algo malo conmigo es vivir caminando cuesta arriba. Hubo momentos en los que ya no pude más y quise claudicar de mi vida. Paradójicamente eso me hizo querer comer más. Más para enterrar mis emociones en la comida, para ganar más peso con el cual protegerte y crearme la falsa ilusión de esconderme.
No, tener un cuerpo grande no me hace una fracasada, enferma o descuidada. Hoy sé que en el pasado no me amaba. Solo así se entiende que me haya obligado a vivir de lechugas o licuados de proteínas por meses sintiéndome miserable. Ahora sé con certeza que ese no es el camino.
Ponerme un bikini me llevo años y mucho valor. Al llegar a la playa me animé al ver a otras mujeres con cuerpos distintos al ideal de belleza. Sí, los role model inspiran y nos ayudan a ver que hay otras mujeres como nosotras. Y sí, ya tengo un cuerpo de playa. En realidad siempre lo he tenido. Es solo que hoy me siento tan a gusto en mi propia piel que puedo ponerme lo que se me antoje.
Contrario a lo que la sociedad pueda señalar, me amo y me acepto. Hago ejercicio para proveer a mi cuerpo del movimiento que requiere para estar en condiciones óptima. Incluyo en mi alimentación comida que me hace bien y me proporciona placer.
Aún de vez en cuando aparecen los atracones o antojos. Más como he aprendido de Ana Arizmedí cuando se presentan pongo atención a lo que me quieren decir de mí.
Estas gorda… eso es como decir que otros tienen ojos azules o el cabello rizado, pero no significa nada más. Hoy ya no acepto que alguien dicte cómo debo sentirme, comportarme o ser. A eso le llamo libertad y vivir en gozo. En el gozo de sentirme a gusto y en paz en mi propia piel.
¿Y si te aceptas?
¿Y si…sí?
5 thoughts