Aunque a veces me gustaría que así fuera

Muchos años creí que sí y hasta lo defendí como si en ello me llevara la vida. Con la madurez he aprendido a que no siempre tengo la razón y que a veces es mejor callarme para escuchar otras formas de pensar o ideas.
A pesar de que yo era así no deja de sorprenderme el escuchar y leer a tantas personas que como están convencidas de que tienen la razón se enfrascan en pleitos con propios y extraños. También el que haya tantos dispuestos a aleccionar a los que diferimos de sus ideas.
En mis primeros años como directiva en un corporativo me aferré a que mis ideas eran las correctas. Entre que era buena para elevar el tono de voz, hablaba con firmeza y la autoridad que me confería el cargo conseguí que se hicieran la cosas a mi modo.
Curioso que mi jefe era igual y entonces tras buenas discusiones el cargo se imponía (por supuesto el de él no el mío). En mi caso sé que el creer que tenía que demostrar que estaba capacitada para esa posición y el miedo en si me impulsaron a actuar de ese modo. También sé que al aferrarme a ello me cerré a la oportunidad de cuestionar mi propio pensamiento y que mi conducta deterioró la convivencia armoniosa.
Es muy evidente en estos días que hay muchos que dedican una buena parte de su tiempo cuestionando a otros, y muy pocos viendo la paja en el ojo propio. Retar nuestras propias ideas es un ejercicio que le viene muy bien a nuestro cerebro y hasta al mundo.
Y a lo mejor el famoso lugar común entre tener razón o ser feliz cabe y es que eso de querer tener a razón se convierte en un hábito. Si lo sabré yo. En dónde uno termina por defender su postura hasta en nimiedades. Y aunque al final uno se impone eso desgasta, resta energía y fractura relaciones.
En la distancia concluyo que, si en aquellos tiempos, me hubiera abierto a escuchar a otros y retado mis ideas hubiera podido ser una mejor jefa además de haber creado un ambiente de trabajo más colaborativo.
Hoy intento cada vez menos aferrarme a tener la razón. Confieso que todavía fracaso en algunas y como otros me enfrasco en acaloradas charlas para demostrarlo. Al menos ahora me doy cuenta de ello.
¿Y si cuestionas tus pensamientos?
¿Y si…sí?

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