
Necesitamos unas 10,000 horas para considerarnos maestros en una habilidad. Algunos idealizan dedicar ese tiempo a aprender a tocar un instrumento o un idioma olvidando que aquello que haces repetidamente y no te gusta ya lo estas haciendo con maestría.
Porque si eres de los que se quejan continuamente y ya pasas de los 30 años, haz la matemática: ya eres un maestro en la queja. O a lo mejor eres de los del club de la crítica, igual si haces la suma ya eres experto. Y en ambos casos la pregunta que cabe es, ¿eso suma a tu vida?.
Somos lo que hacemos repetidamente
Eso lo dijo Aristóteles hace mucho tiempo. Sin embargo muchos seguimos sin darnos cuenta de que el poder de estar más a gusto con nosotros o modificar lo que no nos hace bien es una suerte de repeticiones o de insistir en lo que hay que dejar de hacer.
Empecé a tomar refresco de cola a los 4 años y desde entonces le agarré un gusto tal que no imaginaba mi vida sin ella. En algún tiempo me bebía 2.5 litros al día. Si era fin de semana hasta más, podía tomarla en el desayuno o levantarme a media noche por un poco para calmar la sed.
En un par de ocasiones intenté dejarla, lo más que logré fue no consumirla diario. Eso era ya un triunfo, pero me seguía causando ruido que no era algo que me hiciera bien. Al cumplir cincuenta y con algo de recelo la incluí en mi lista de #50enlos50tas, me propuse no tomar refresco en el año. Arranqué al siguiente día de mi cumpleaños pasándola fatal, pero aguantando hasta alcanzar una semana, dos, un mes, tres.
Era un compromiso conmigo. ya te había contado aquí que con la madurez y siendo mi mejor compañera de viaje me siento a gusto conmigo y eso se ve reflejado en cumplirme promesas.
Pensé que tras un par de meses ya no se me antojaría, pero no, aún pasado el tiempo hubo días en que la tentación fue grande. Con el paso del tiempo y al acercarse el año me fui acostumbrando de tal forma que decidí que lo iba a extender para siempre.
Han pasado 555 días, año y medio. Ya no la extraño ni se me antoja. Aí aprendí que la belleza de esto es que basta con que algún tiempo nos disciplinemos a hacer eso que buscamos hasta que nos surja tan natural que ni nos demos cuenta de ello.
El plus de esto es el poder personal que me confirió este logro.
Después de ello erradiqué los productos light y los embutidos. Me siento fuerte y capaz de modificar lo que me haga ruido y no me funcione.
Bien dicen que si quieres hacer cambios hay que modificar los hábitos. Si eso te suena complejo te invitaría a hacer pequeñas modificaciones en tu rutina, ahí es donde transcurre nuestra vida y ni cuenta nos damos.
¿Y si te haces maestro en lo que te hace bien?
¿Y si…sí?
La semana pasada platiqué del Gozo de las pequeñas cosas, te comparto el vídeo:
¿Quieres más Gozo en tu vida?
Suscríbete a mi lista de correos. En ella podrás descargar el ebook “100 formas de nutrir tu Gozo”, tendrás acceso al contenido gratuito de suscriptores y recibirás cada semana mis “Misivas desde el Gozo” en las que comparto herramientas aplicables a tu vida diaria para sentirte más a gusto contigo. Suscríbete aquí
One thought