El otro día tomé un taxi en la mañana rumbo al Monumento a la Revolución, ese era el punto de partida del autobús a Tlaxcala para visitar a las luciérnagas, yo a pesar de estar contenta por el lugar al que iría me había tenido que levantar muy temprano en sábado, después de una semana intensa de trabajo y compromisos reconozco que no estaba muy contenta (y menos cuando los lentos habían salido a la calle el día anterior), además no me había tomado mi café matutino y faltaba un rato para ello, tengo que confesar que mi estado de ánimo en ese momento no era muy agradable.
El taxista que pasó por mí me saludó amablemente, en las condiciones en las que yo iba no tenía muchos ánimos de platicar, así que regresé el saludo, cerré mis ojos y guardé silencio. En un punto del camino pasamos junto a una grúa en la construcción de un edificio, el chófer la miró y me empezó a contar de sus fotos, de su pasión por la fotografía y de que en dos ocasiones ha montado exposiciones en pequeños lugares, incluso orgullosamente me contó que ha vendido algunas.
Su pasión sobre el tema era evidente, entusiasmado me detallaba sus fotos, me contaba de los lugares donde había tenido oportunidad de viajar y fotografiar, de lugares a los que quería ir para captar un momento, una grúa, una construcción, un tren, de que su cámara no era la mejor pero le sacaba mucho provecho.
A esas alturas de la conversación yo ya estaba tan entusiasmada como él, admiraba su pasión y hasta imaginaba en mi mente las fotos que me estaba describiendo, para ese momento había olvidado que no había tomado café, reía, le hacía preguntas y le pedía que me contara más.
Cuando llegué a mi destino lamenté bajarme del taxi ya que la conversación daba para un rato más, llegué al punto de reunión contenta y alegre, él me había contagiado su emoción y había transformado mi mañana.
Recordé que en una clase de Coaching de Vida aprendí que las emociones se contagian, pero hasta ese día lo viví en conciencia y presencia, también me puse a pensar que a veces vamos por la vida contagiando malestar, quejas o enojos, y que estamos desperdiciando la oportunidad de contribuir a un mejor lugar compartiendo alegría.
¿Y si contagias alegría?
¿Y si…sí?
Qué linda experiencia!
Gracias por pasar a comentar, abrazos Sis¡
Que linda anécdota Adri, coincido contigo, la risa y por ende la alegría se contagian. Beso!
América, verdad que sí!, muchas gracias por pasar a comentar, abrazos¡