Después del temblor unos amigos no pudieron regresar a su departamento por unos días y se quedaron en mi casa junto con sus dos perrijos (término acuñado a perros que se les trata más como hijos que como mascotas, el cual aplica perfectamente para los shih-tsu de mis amigos). Anteriormente habíamos comentado la posibilidad de reuniros con sus perros y mi gatita pero nunca nos pareció buena idea por temor a que no congeniaran, sin embargo ante la emergencia de la situación no hubo dudas, las mascotas tendrían que adaptarse y convivir.
A los perrijos les daba curiosidad Becky por unos minutos y luego la ignoraban, pero como ella se sintió invadida en su espacio se fue con cautela; de inicio se escondió en la recamara debajo del sillón, luego de a poco se fue animando a explorar un poco más, llegó al pasillo, se asomaba a la sala y fue conquistando territorio. Cada vez se les acercaba más y ellos le respondían con ladridos y hasta se le enfrentaban.
Ella habituada a caminar despacio y dormir la mayor parte del día (su zona de confort) fue retada a conquistar su espacio, a convivir con extraños, a encontrar nuevos lugares para estar, así en su propio espacio ante lo que para ella era una amenaza, se puso alerta y encontró nuevas formas.
Y me puse a pensar como en ocasiones necesitamos que nos sacudan nuestro mundo, que las estructuras se muevan para que salgamos de esa zona de confort, para que exploremos nuevas formas, revisemos qué de nosotros ya no es funcional en el presente y entonces nos tengamos que reinventar.
Y así, además de procesar y expresar los eventos (post anterior) me encuentro re-pensándome, reconstruyéndome, cuestionándome si esta vida que tengo la estoy viviendo (y no sobreviviendo) y que hago para contribuir a mí país, no solo en situaciones de emergencia sino todos los días.
¿Y si te cuestionas?
¿Y si sí…?
