La semana pasada celebramos en México el día de muertos, una tradición en la que ponemos en casa una ofrenda o altar con las fotos de nuestros seres queridos que han partido, con sus alimentos y bebidas favoritos, creemos que el día dos de noviembre vienen a visitarnos, por lo que no preparamos para recibirlos, algunas familias incluso van al panteón con las viandas.
Este año, por primera vez ayude a mi papá a montar su ofrenda, fuimos al mercado a comprar pan de muerto, frutas, flores, papel picado y calaveras de azúcar, al momento de colocarlas papá me daba instrucciones precisas de cómo hacerlo, cuando no le hacía caso elevaba la voz y si le refutaba, la alzaba más para hacerme saber que su punto de vista era mejor… como yo lo he hecho muchas veces.
Mi abuelo paterno era músico e integraba la banda de su pueblo en el valle de Oaxaca, murió cuando papá era joven, todos sus hijos siempre se han expresado con cariño de él, y han enseñado a todos sus nietos a amarlo y respetarlo. Papá ama la tierra donde nació y de la que emigró siendo niño en busca de mejores oportunidades, desde entonces ha regresado a ella tan seguido como le es posible, para mí, que vivo a menos de seis kilómetros de la casa de mi niñez, me resultaba difícil comprender ese arraigo.
Algunos años estuve desconectada de mi historia familiar, la ignoré por sentirla ajena a mí y a la vida de ciudad y oportunidades que me tocó vivir, hasta la llegué a culparla de mis desgracias, me molestaba que papá pasara tanto tiempo allá, en particular en eventos importantes o complicados.
Tras años de trabajo personal, encontré la paz para reconciliarme con mis ancestros, mi vida ha sido muy distinta a la de papá y abuelo, hoy puedo reconocer y agradecer las acciones de ambos que me permitieron tener esta vida. Me nutro de ella, cuando me encuentro en algún momento complejo puedo recurrir a la tenacidad del abuelo Andrés o al arrojo de papá para afrontarlas.
Hace poco escribí mi primer cuento inspirado en la historia de papá, comprendí y me reconcilié aún más, tanto como para ver los rasgos de él que habitan en mí, como lo mandón, el día de la ofrenda lo vi con claridad, dejé de rebatirle y lo escuché, una forma más de honrar a mis ancestros y sostenerme en la historia de mi familia.
¿Y si honras a tus ancestros?
¿Y si…sí?
"5 bloqueos que no te permiten reinventarte profesionalmente cuando estás por llegar a los 50"
Descarga el e-book