En la publicación anterior escribía de que quería dejar la preocupación para no perderme del gozo en el viaje (alrededor del mundo y de la vida), mientras escribía de sobre ello, justo recordaba que a principios de año viajando por Francia me tocó tomar un tren de París a Reims y tal cual, mi actitud esa mañana previa a subirme al tren era de “preocupona”.
Llegaba yo a la estación (por cierto de camino en el metro revisé un par de veces si traía mi boleto y en todas la respuesta fue siempre positiva – fiuu) y entrando al buscar los datos de mi tren en la parrilla de anuncios veo que los datos de mi boleto coinciden pero el destino no dice Reims, dice otra ciudad. Obviamente entré en pánico y corrí a buscar una oficina de información a preguntar, ahí la respuesta que me dieron es que ese tren va a Sedan. En ese momento hice memoria y recordé que había revisado más de tres veces el destino antes de hacer la compra y entonces me digo: está bien yo lo revisé y en caso de que no sea así, ya lo resolveré.
Eso me dio paz, primero por confiar en que los preparativos hechos antes del viaje los hice en atención plena, me informé, busque opciones, pedí referencias y una vez concretada la compra volví a validar que fuera correcta. Pero no sólo esto, también me di cuenta que por más que tomes precauciones puede surgir un imprevisto, algo inesperado o que se cometa un error y aún en esos casos puedo decirme: Ya lo resolveré
Decirme eso es confiar en mí y en mi capacidad de salir adelante, es también una forma de soltar el control y dejarme llevar. Eso me da esta sensación de poder, de ese poder del bonito, del que incluso lo percibes en tu cuerpo y te dice que puedes lograr lo que quieras, que tienes la capacidad, que sabes hacerlo y que te lo mereces, de ese poder que genera alegría y suma al mundo.
Por cierto mi tren si iba a Sedan pero antes pasaba por Reims.
¿Y si confías en ti?
¿Y si… sí?
Excelente relato!!
Eri, gracias por compartir, esta frase me recuerda mucho a ti, abrazos!