
Ahora que estoy preparando mi siguiente viaje he visto que cada vez que salgo de viaje me pongo muy “preocupona” (definición de mi abuela para un estado de mucha preocupación). A veces ya cuando voy de camino al aeropuerto en el taxi reviso si traigo el boleto de avión, el dinero, el itinerario la cartera o el pasaporte. Resulta que invariablemente lo traigo, así que sólo me río para mis adentros y me digo que yo no era así, cuando reviso por segunda y hasta tercera vez (si claro, para verificar si no me fijé bien la vez anterior) me digo que deben ser los años los que me han hecho así.
Hoy, a unos días de volver a viajar me puse a pensar en esa conducta. No sólo en lo ilógico de revisar varias veces en el mismo trayecto rumbo al aeropuerto, también en como antes podía transitar más relajada ese camino y que quizá sea cosa de los años; ya sabes ese tema de envejecer.
Además, he descubierto que dentro de toda esta situación existe un pensamiento oculto (una creencia decimos en el Coaching) de no confiar en mí. A lo largo de mi vida en mi forma de ser responsable me he demostrado de que soy capaz de hacerme cargo de mí y de las situaciones que se me presenten, pero bueno, me parece que ese es tema de otra publicación.
Y pensando en ello me doy cuenta de que mientras me entrego a la preocupación me distraigo de disfrutar el momento presente, de esas mariposas de tomar un avión, de estar en contacto con otras personas, de estar presente y atenta a lo desconocido. Veo que la preocupación además de quitarme tiempo, me quita el gozo, me distrae del disfrute, literal de la experiencia de viaje y de cualquiera otra experiencia de vida y eso qué caso tiene. Así que mejor me concentro en dejar la preocupación de lado y disfrutar.
¿Y si gozas?
¿Y si…sí?
"5 bloqueos que no te permiten reinventarte profesionalmente cuando estás por llegar a los 50"
Descarga el e-book