Y conectar con la calma

He pasado el 73% de este año en confinamiento y de acuerdo con los pronósticos esa cifra va a ir al alza. Esta situación ha dado para analizarse desde varios ángulos, a mí uno de los que más me llaman la atención es la forma en que vino a retar nuestro ritmo de vida y en el que descubrí que conectar con la calma es posible.
En retrospectiva me parece curioso cómo es que nos acostumbramos pronto a vivir en un mundo de la inmediatez. A mí que me tocó crecer en los setentas donde había que esperar a que iniciara la programación de la televisión o una fecha especial como cumpleaños o navidad para recibir un juguete, hoy ya no me sorprende consumir una serie completa en un fin de semana o demandar que me respondan un mensaje de WhatsApp en cuanto lo envié.
Este bicho nos ha confrontado con esa prisa y nos ha hecho una clara invitación a conectar con la calma. Como decía mi abuela, esta es como las llamadas a misa, el que quiere la toma y el que no pues ya vivirá en la desesperación.
En un momento de lucidez en mi trabajo corporativo descubrí que la palabra urgente se usaba más por costumbre o porque alguien quería imponer sus propios tiempos que porque en realidad fuera así. Estos me parecen buenos tiempos para darle una pensada a esos otros momentos en que nos apuramos o apuramos a otros sin una razón real. También lo son para poner atención y ver si no, aunque no tenemos prisa andamos rápido por la fuerza de la costumbre.
Yo muchos años anduve con rapidez sin una razón real.
Decía que era mi propio ritmo y encima era impaciente. Demandaba que las cosa sucedieran en el momento que yo quería. Una lección más que me ha regalado la cocina donde he aprendido a estar atenta y sin prisas.
Las veces que me aceleré a preparar un platillo lo arruiné. El pimentero que se me vació en los champiñones o el salero que se derramó en los frijoles por andar a las carreras me recordaron que este es un excelente ejemplo de que algunas cosas en el tiempo y a fuego lento quedan mejor.
He descubierto que bajar el ritmo es posible. Aquí te conté de ello link. A lo mejor y te resulta complejo considerarlo si en tu trabajo te presionan por hacer más en menos tiempo, pero aún en esa celeridad es posible bajar el ritmo. En mi experiencia he descubierto que a veces esa prisa es más una forma a la que estamos acostumbrados que una urgencia real y que, aunque no tenga a nadie persiguiéndome por entregar algo lo estoy realizando apresurada. Cuando me doy cuenta me detengo, respiro y vuelvo a conectar con la calma. Algo que cada día me tengo que recordar.
¿Y si bajas el ritmo?
¿Y si …sí?
"5 bloqueos que no te permiten reinventarte profesionalmente cuando estás por llegar a los 50"
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